María Rosa Ducca y María Cristina Olivieri de Ducca habían sido secuestradas en 1976. Sus cadáveres figuraban como NN.
Luego de varios meses de investigaciones, se encontraron en el cementerio de Avellaneda los restos de dos santiagueñas que fueron secuestradas y asesinadas durante la última dictadura militar.
Luego de haber realizado los análisis de ADN, el Equipo Argentino de Antropología Forense, concluyó que dos de los casi 50 cuerpos encontrados en la necrópolis -de donde también se recuperó el cadáver de la santiagueña Guillermina Abutti- pertenecían a María Rosa Ducca y a María Cristina “Kitty” Olivieri de Ducca.
Las dos desaparecidas estaban emparentadas políticamente, María Cristina era esposa de Hugo Ducca, hermano de María Rosa.
En la Justicia Federal santiagueña, aún no había sido notificado oficialmente el hallazgo, pero por estas horas se esperaba la llegada de un exhorto, como es habitual en estos casos.
María Cristina Olivieri, era conocida entre sus amigos como “Kitty”, fue secuestrada el primero de abril, en Capital Federal donde vivía desde la desaparición de su pareja. No hay testimonios de su paso por ningún centro clandestino de detención, lo que sí se sabe, es que su hijo Daniel Ducca vive en Buenos Aires, y fue quien aportó las muestras de ADN para el reconocimiento del cuerpo de su madre.
María Rosa Ducca, nació el 16 de septiembre de 1952 en Santiago del Estero, estaba en pareja con otro desaparecido llamado Antonio Villanueva, nacido en Salta. Ambos militaban en el PRT-ERP. Sus compañeros la llamaban “Marcela” y a él “Milagrito”, “Pelusa”, “Camilo” o “Felipe”.
La joven santiagueña, tenía 23 años cuando fue secuestrada junto a su pequeño hijo el 4 de abril de 1976, en la localidad de General Pacheco. Tampoco hay ningún testimonio de su paso por un Centro Clandestino de Detención (CCD). Se sospecha que pudo haber estado en “El Vesubio”, al igual que muchos de los desaparecidos que fueron identificados en el cementerio de Avellaneda.
Poema para mi madre
Seguro que habrán venido, los grandes a reclamarte; tengo la certeza amarga del dulce adiós de la tarde.
Te extrañarán los niños, sabrás sin duda, sus voces al llamarte tornarán mudas... Más tarde cuando quieras tal vez llamarme, yo dejaré mis libros y mis lecturas un dibujo inconcluso con tu figura; sólo prisa, y apuro he de llevarme... Y el reloj de la sala, que me tortura seguro se congele cuando me marche... mientras tanto desvela su vista oscura, leyendo este poema para mi madre.
Daniel Ducca. Hijo de María Cristina
Fuente: El Liberal
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