El testigo, de la megacausa que investiga los delitos cometidos en la Jefatura Central de Policía de Tucumán, Coronel Horacio Ballester, ratificó la ilegalidad de los actos de la dictadura militar.
El coronel Horacio Ballester porta sus 82 años como si fueran sólo 60, la edad de su hijo. Con un tercer matrimonio a cuestas, una historia de lucha y de vida muy fuerte, no duda en responder a las preguntas de una manera directa y con un aplomo digno de ser mostrado. A sólo 40 minutos de prestar declaración como testigo en la megacausa de la Jefatura Central de Policía, recibe a esta periodista sin ningún tipo de temor.
"Mi participación en este tipo de juicios, cabe aclarar que ya presté cerca de 20 testimonios en distintas causas por delitos de lesa humanidad, busca demostrar que la represión no fue resultado de un loquito que se despertó un día y decidió torturar y matar gente. El accionar de la dictadura militar de los ´70 responde a una convicción centralizada desde el más alto nivel superior del Ejército, coordinada en todos los escalones del comando y supervisada internacionalmente por Estados Unidos a través de la Junta Interamericana de Defensa de la Organización de Estados Americanos (OEA) y una serie de organizaciones que todavía mantienen su vigencia: de las reuniones de comandantes en Jefe, de los ejércitos conjuntos, y en especial surge de la doctrina militar francesa que se aplicó previamente en Indochina y Argelia", expresó.
El escándalo que generan las afirmaciones de Horacio Ballester residen precisamente en su condición de militar. Según él mismo manifiesta, en 1971 fue dado de baja del Ejército por sublevarse contra la dictadura del Teniente General Lanusse. "Yo era Jefe de regimiento en ese momento, cuando me sublevé me ordenaron prisión y procesaron mi baja. Posteriormente, por medio de una ley de amnistía en 1984, me reincorporaron con el mismo grado y antigüedad que tenía antes, no me regalaron nada”, aseveró.
Ballester forma parte del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida). “Durante la dictadura militar algunos oficiales -no demasiados- nos opusimos a lo que estaba haciendo el Ejército a través del Golpe militar. Entre ellos, el teniente coronel Alberte, que fue muerto la noche de la rebelión, arrojado por una ventana. Con el tiempo decidimos organizarnos para que nos escucharan. Cuando llegó la democracia inauguramos el Cemida, en el año 1984, y a los 10 días sufrimos un atentado de bomba. Pero eso no nos detuvo, hemos cumplido 25 años de existencia”, contó.
El Cnel Recibiendo El Premio Jauretche Institucional en representación del CEMIDA
El Cemida se define a sí mismo como “un grupo de militares retirados, hastiados de golpes de estado y sistemas dictatoriales, avergonzados de la impunidad de algunos delincuentes que con su accionar pretendieron mimetizarse con las instituciones que su conducta había deshonrado”. Entre sus objetivos manifiestan apoyar, fortalecer y propiciar la continuación del esfuerzo de institucionalización en la República “con la certeza de que la democracia constituye el único medio para lograr la profundización de la liberación argentina y latinoamericana”. Asimismo, buscan hacer conocer a la opinión pública y en particular a los oficiales de las Fuerzas Armadas, “la existencia de un pensamiento militar genuinamente constitucionalista opuesto a toda manifestación militar que exceda los límites de lo legal, lo moral y lo ético”. El Cemida contribuyó con su testimonio a la condena, en diversos juicios, de integrantes de las Fuerzas Armadas que se encontraban comprometidos por violaciones a los derechos humanos.
“Creo que la situación no cambió desde la Guerra fría porque todos los organismos internacionales que le dieron vida a la doctrina de la seguridad nacional siguen vigentes, es como seguir usando los mismos zapatos que a uno le sacan ampollas en los pies. En teoría esta doctrina fue derogada em 1995, pero sigue vigente. Sólo que ahora el enemigo está representado por el terrorismo internacional”, aseveró.
Una sonrisa se dibuja en el rostro del coronel cuando se le pregunta si alguna vez sintió miedo de prestar declaración en este tipo de causas, considerando la desaparición de Jorge Julio López. “Nunca me oculté de nada ni de nadie, tal vez soy un inconsciente, sino no me hubiera metido con la dictadura militar”. Al ser indagado acerca de si conoce personalmente a los imputados de la causa de la Jefatura responde que entre sus “compañeros” contaba a figuras tales como Leopoldo Galtieri, Luciano Benjamín Menéndez, Messone, Santiago Rivera.
“A Bussi, Mazziani, Bignone los conozco porque entraron un año después que yo a las Fuerzas Armadas”.
Al preguntársele sobre la responsabilidad que pesa sobre los imputados, Ballester fue contundente: “son responsables porque, insisto, el Sistema Interamericano de Defensa era muy clarito con la doctrina de seguridad nacional. Además la doctrina francesa de resistencia establecía lo que había que hacer en todos lo niveles: coordinación de los servicios de inteligencia, de los comandos de zona, la división jurisdiccional del territorio, y todo esto se hizo al pie de la letra”.
“Los militares no tenemos ninguna obligación de cumplir órdenes ilegales. Cuando te ponen en una unidad y se designa un jefe, un superior se establece que se debe actuar con respeto encaminados a los valores del bien y el servicio, siempre en cumplimiento de las leyes y reglamentos militares. No hay ley ni reglamento militar que diga que la tortura, la violación, el robo de bebés, estén permitidos. De ninguna manera son éstos, bienes ni actos de servicio”, manifestó.
Ballesteros resaltó que se está en presencia del delito de genocidio. “Se trata de un aparato institucional organizado para destruir a un grupo social, en este caso a un grupo que pensaba diferente”, concluyó.
Entre dicusiones y desgarradores testimonios
Durante la jornada del jueves 18 de febrero, Ballester atestiguó ante el TOF y respondió preguntas de los militares imputados Alberto Cattáneo y Luciano Benjamín Menéndez, a quienes se enfrentó debido a la perspectiva del testigo quien negó rotundamente que haya existido situación bélica alguna en el país en aquella época.
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