miércoles, 24 de noviembre de 2010
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Reflexionando sobre la burocracia sindical
Por Alejandro Belkin - En el presente artículo vamos a exponer algunos interrogantes y cuestionamientos a la noción tradicional sobre la burocracia sindical. Específicamente, nos vamos a referir a la utilización que se hace del término en el discurso político de la izquierda. En estas breves líneas, no pretendemos agotar toda la complejidad que encierra el fenómeno. Sólo aspiramos a señalar algunas limitaciones o falencias que contienen las definiciones convencionales sobre el tema. Entendemos que no se trata de un ejercicio meramente retórico. Las formas de encarar la lucha contra la burocracia sindical dependen de la concepción que tengamos de la misma.
El concepto de burocracia sindical se utiliza de manera recurrente en los análisis sindicales de la izquierda. Sin embargo, a pesar de ocupar un lugar destacado en el discurso político, se le ha prestado escasa atención a su definición. Se supone que se trata de un término que se explica por sí mismo. Sus características se presumen evidentes. Aunque la reflexión sobre la materia es a todas luces insuficiente, circula entre la militancia cierto sentido común sobre el tema. Ante la ausencia de una reflexión profunda sobre la burocracia sindical, se utilizan frecuentemente algunas imágenes para referirse a este tipo de direcciones gremiales. En repetidas oportunidades, encontramos que se habla de la burocracia sindical apelando a las metáforas de «losa burocrática», «dique de contención» y «correa de transmisión» (de los intereses de la burguesía al interior de la clase obrera).
En todos los casos, estas figuras presentan a las conducciones sindicales como elementos externos a la clase obrera. La burocracia sindical aparece como una sustancia patógena en un cuerpo sano. Clase obrera y burocracia sindical serían entidades absolutamente diferenciadas y opuestas. Los intereses que defienden las direcciones burocráticas serían totalmente contradictorios con los de la clase trabajadora.
Pero, ¿podemos considerar a los dirigentes sindicales burocráticos como ajenos y extraños a la clase obrera? En la mayoría de los casos, ¿no provienen de las propias filas proletarias? Las conducciones de los sindicatos, generalmente, tienen su origen en la clase trabajadora.
Entonces, se vuelve difícil considerarlos como elementos ajenos y extraños a la clase obrera. Pero, ¿qué relación existe entre estos dirigentes y las bases que dicen representar? ¿Todas las acciones que llevan adelante, las conducciones burocráticas, son opuestas a los intereses de los trabajadores? Nadie podría sostener una afirmación tan tajante. Hemos visto, en muchas oportunidades, a los dirigentes sindicales burocráticos a la cabeza de genuinos reclamos obreros. Más aún, ¿alguien puede afirmar categóricamente que los dirigentes burocráticos no gozan de ningún consenso en las bases? En definitiva, considerar a las direcciones sindicales como elementos externos y opuestos a las bases sería caer en una simplificación extrema.
Desde la perspectiva que estamos criticando, los problemas del movimiento obrero se circunscriben a sus niveles directivos, a sus conducciones. Así, las direcciones burocráticas son verticalistas y autoritarias, las bases obreras, por el contrario, serían partidarias de las prácticas más democráticas. De la misma forma, las conducciones burocráticas impulsarían una política conciliadora y reformista, las bases serían naturalmente combativas y objetivamente revolucionarias. Por lo tanto, el mundo de las direcciones sería substancialmente diferente al mundo de los trabajadores de base. Nos preguntamos, ¿ninguna de las características repudiables de las direcciones burocráticas las encontramos en las propias bases obreras? Desde la visión tradicional, bastaría con cambiar los elencos dirigentes de los sindicatos y el problema estaría solucionado.
Las metáforas que representan a la burocracia sindical como un «dique de contención» o una “losa burocrática” llevan implícita una particular relación entre bases y dirigentes. Los trabajadores aparecen predispuestos permanentemente al combate pero son refrenados una y otra vez por las conducciones gremiales. Las bases se encontrarían permanentemente en estado de ebullición, sin embargo, la pérfida acción de sus dirigentes no permitiría que esas fuerzas sean liberadas. Sería suficientes quitar de encima del proletariado a esta «losa burocrática» para que puedan desplegarse, sin contención alguna, las energías revolucionaras que anidan en el corazón del proletariado. Nos preguntamos, ¿siempre las bases quieren luchar?
Desde esta perspectiva, que hemos denominado «tradicional», la traición de los dirigentes cumple un papel clave en la explicación de la dinámica de la lucha de clases y la situación de los trabajadores. Si por alguna razón, se desintegrara ese dique de contención, las masas desplegarían todo su ímpetu revolucionario y harían tambalear a la clase dominante, o directamente la derribarían. Por lo tanto, la burocracia sindical, de acuerdo con este esquema de pensamiento, es el principal sostén del sistema capitalista. Nos animamos a poner en duda esta forma de entender la dinámica social. La clase obrera, ¿es automáticamente revolucionaria? ¿Basta con eliminar a los dirigentes burocráticos para que el proletariado tome el poder? Los períodos en los cuales desciende la conflictividad de la clase trabajadora, ¿se explican única y exclusivamente por la traición de los dirigentes sindicales? ¿No hay momentos donde las propias bases no están dispuestas a salir al combate?
En esas circunstancias, ¿a qué dirigentes sindicales eligen para que los representen? ¿A los combativos o a los conciliadores?
Sabemos que muchos dirigentes sindicales se perpetúan en sus cargos por años y hasta por décadas. La reelección permanente de las conducciones gremiales, desde la visión tradicional, se explica exclusivamente por el fraude que se comete en las elecciones a cargos directivos. Aceptando que son los métodos fraudulentos los que explicación la perpetuación de las conducciones, ¿los trabajadores de base no tienen ninguna responsabilidad al respecto? En muchos casos, esta situación, ¿no refleja la apatía de los trabajadores? La libertad de la cual goza la burocracia sindical para realizar fraude en las elecciones, ¿no expresa, de alguna manera, que la clase no ha querido, no ha podido o no ha sabido organizar una fuerza opositora lo suficientemente poderosa para imponer otros mecanismos de decisión?
Llegados a este punto, el lector se puede estar preguntando si no estamos justificando la existencia de la burocracia sindical. Nada más alejado de nuestras intenciones. Sabemos de las traiciones de las direcciones burocráticas. Conocemos que muchos son corruptos y que están comprados por la patronal. Somos conscientes de la complicidad de la burocracia sindical con la última dictadura militar. Estamos al tanto de las formas de decisión antidemocráticas que practican y que ahogan toda expresión democrática que surja desde las bases. Sin embargo, y a pesar que nos cueste aceptarlo, en muchos casos, estas direcciones, con esas características, mantienen cierto nivel de consenso entre los trabajadores de base. El consenso puede ser activo o pasivo. En definitiva, creemos que en la mayoría de los casos, las direcciones sindicales, por acción u omisión, expresan a las bases. Por lo tanto, el problema de la burocracia sindical no se reduce exclusivamente a un problema dirigencial. Para terminar con la burocracia sindical se debe producir una transformación global, que abarque tanto a las bases como a los cuadros dirigentes.
Entre los compañeros de trabajo, encontramos una diversidad de situaciones. Un determinado sector de compañeros, en algunos casos mayoritario, no les interesa en absoluto la cuestión sindical. No participan de la vida gremial. Por otra parte, están quienes fueron ganados por el discurso de la patronal. Son aquellos que apuestan a la salida individual, piensan que la forma de ascender socialmente pasa por portarse bien y hacer lo que dice la gerencia de la empresa. Por otro lado, tenemos una fracción, debemos aceptarlo, que apoya a la burocracia sindical. Por último, en algunos casos, existe un grupo de compañeros que defiende una política anti-burocrática. Sería un error pensar que “contamos con las masas”, que el grueso de los trabajadores está a favor de una política consecuentemente anti-burocrática.
Por el contrario, la tarea principal consiste en ganarse a los compañeros para una política alternativa a la de la burocracia, participativa y democrática. Tenemos que acercar a aquellos compañeros desinteresados en las cuestiones sindicales, convencerlos de la necesidad de organizarnos y pelear, de lo contario, la patronal seguirá explotándonos cada vez más. A los compañeros que confían en la patronal, debemos demostrarle que ese camino es una vía muerta. Que los intereses de la patronal son antagónicos con los nuestros. A los trabajadores que depositan sus esperanzas en la burocracia sindical, debemos ganarlos para una política sindical diferente. En definitiva, debemos contribuir a revolucionar las bases obreras para generar las condiciones necesarias para pelear por otra dirección sindical para el movimiento obrero.
Fuenbte: http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/new/2010/04/26/p5602
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