jueves, 29 de abril de 2010

UNA ÚNICA RAZA, HUMANA

El equipo de expertos al que la Unesco encargó, a principios de los ’50, la elaboración del árbol de la raza humana, concluyó veinte años después su investigación, con un informe que debería leerse y estudiarse en todas las escuelas del mundo. Las sentencias del informe quitan legitimidad y fundamento a cualquier acto de discriminación de los seres humanos en razón de su color de piel o su apariencia. “Todos los hombres de la actualidad –leemos- pertenecen a la misma especie y descienden del mismo tronco. La división de la especie humana en razas es en parte convencional y en parte arbitraria, y no implica ninguna jerarquización, en absoluto. El conocimiento biológico actual no permite imputar los logros culturales a las diferencias en el potencial genético, sino que sólo deberían atribuirse a la historia cultural de los distintos pueblos”.
Lo que no dice el informe de la Unesco sobre las razas (aunque se infiere) es que el racismo, tanto el de ayer como el de hoy, es sólo una máscara para tapar los privilegios y los intereses económicos de algún determinado grupo social.
Actualmente, gran parte de la dirigencia planetaria promueve, o bien tolera, la construcción de muros, de muros burdos o inteligentes, hechos de alambre o de hormigón, altos o bajos, con el único propósito de segregar, de separar a ésos que llegaron antes de los que llegaron después, al niño que duerme tibio en su cuna de aquel que lo hace (no menos tibio) en una caja de cartón.
Pero todos -como lo recordó el gitano de aquella película- estamos de paso. Y la historia sigue siendo, felizmente, el caudaloso, cambiante e impredecible río de Heráclito.

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